¿Adiós a las armas?

John Dall y Peggy Cummins en 'Vivir para matar'

Ahora que Estados Unidos parece querer discutir por fin la tenencia de armas nadie debería dejar de ver Vivir para matar (1950), de Joseph H. Lewis. La película comienza con un plano desde dentro de una armería y luego ubica las armas como la principal atracción de una feria de pueblo en la que, como show culminante, una chica disfrazada de cowgirl le dispara -metafóricamente- a la Estatua de la Libertad. Hay diálogos brillantes ("Nos iremos juntos, Laurie. No sé por qué. Quizá somos como armas y municiones, que van juntas") y un antológico plano secuencia para narrar el robo a un banco que debería figurar en el top 10 de la historia del cine. Todo en breves pero rotundos 86 minutos, con una economía de recursos envidiable. Obra maestra absoluta. ■

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