Saludos desde Asbury Park, Nueva Jersey


El ambiente está en penumbras cuando comienzan a sonar los acordes de una guitarra. Se suman unos platillos que marcan el ritmo. "It's for P", parece decir alguien entre las sombras. Se escucha un piano algo alocado. Luego un saxo, que con apenas una nota prepara el terreno, da pistas sobre lo que está por venir. Y entonces se encienden las luces e irrumpe él: camisa de manga corta arremangada, barba desprolija, gorro de lana. Si no fuera por la guitarra que cuelga desde sus hombros parecería un homeless.

"Tenía la piel como el cuero / Y el aspecto duro como el diamante de un cobra", canta, más bien grita, con esa forma de gritar a la vez vehemente y afinada. Se acerca tanto al micrófono que sus labios alcanzan a rozarlo. Con un zoom la cámara muestra las manos del secretario de inteligencia Roy Bittan que golpean sobre el teclado. A un costado el saxo lo hace sonar el ministro del alma, secretario de la hermandad Clarence Clemons, de traje y sombrero blanco que contrastan con el color de su piel. "Estrellas de plata tachonaban mi ropa como una Harley en celo / Cuando me pavoneaba por la calle oía latir su corazón / La hermana casi se desmayó y dijo: '¿No es guapo ese tipo?' / El mutilado de la esquina gritaba: 'Unos centavos por piedad' / Los chicos de la gasolinera dicen muchas palabrotas / Es tan difícil ser un santo en la ciudad".

La cámara, no invasiva, se mantiene a cierta distancia. Casi no ofrece indicios sobre el lugar, el Hammersmith Odeon de Londres. "Y las hermanas de South Side son muy bonitas", escupe, con un "South Side" tan agudo que cuesta entender qué dice. "El mutilado de la esquina grita: 'Unos centavos por piedad' / Y los chicos de los suburbios dicen muchas palabrotas / Es muy difícil ser un santo en la ciudad".

La intensidad comienza a bajar hasta volverse casi inaudible. Apenas suenan el piano y la batería del ministro del gran ritmo Max Weinberg. El le da la espalda al público mientras distorsiona su guitarra, casi la hace llorar. A lo guitar hero mantiene un contrapunto con el ministro de la fe y la amistad Steven Van Zandt. De a poco se irán sumando todos los músicos en una impetuosa escalada sonora que concluirá de modo algo abrupto. Luego los aplausos ganarán la sala.

Él es Bruce Springsteen, el artista popular más grande de los últimos 40 años. Y manda saludos desde Asbury Park, Nueva Jersey. ■

2 comentarios:

  1. Ahhhhh...cómo me gusta escucharlo!
    Y sabía que compartíamos este placer.

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  2. Andrés: Tu feed... ¿tarda en acutalizar? ¿o me parece a mi? :S :S :(

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