Oficializan por primera vez a los videojuegos como arte [*]

'Storyteller', de Daniel Benmergui
El año pasado la serbia Marina Abramovic se sentó frente a una mesa siete horas por día durante dos meses en, nada menos, una de las salas del Museo de Arte Moderno de Nueva York, y el público hizo largas filas para poder estar un rato junto a ella, que permanecía inmutable. Más cerca geográfica y temporalmente, el italiano Gianni Motte llegó a Ezeiza en enero y estampó la huella de su zapato en un bloque de cemento de 80 kilos que, valuado en varios miles de euros, se exhibió en la Fundación Proa. El mes pasado, el rosarino Carlos Herrera metió un par de calamares dentro de un par de zapatillas, les agregó una remera y un par de medias y envolvió todo en una bolsita de plástico: el olor a podrido invadió ArteBA y Autorretrato de mi muerte ganó los 50 mil pesos del premio Petrobras. Ahora, como una especie de frutilla virtual para este postre de artes bellas y no tanto, un importante organismo del gobierno de Estados Unidos que desde hace medio siglo otorga becas para diferentes expresiones artísticas incluyó a los videojuegos entre las expresiones a subvencionar. Una decisión que algunos vieron como la bienvenida oficial de los jueguitos electrónicos –una industria global que mueve muchos millones de dólares– al mundo del arte. ¿Devorará el Pac-Man a La Gioconda en el Louvre? ¿Marcel Duchamp se revuelve en su tumba por haber sido malinterpretado? ¿O está celebrando?

La decisión del Fondo Nacional de las Artes de Estados Unidos (National Endowment for the Arts, NEA) reavivó la discusión, tan antigua como imperecedera, acerca de qué es el arte. Hay que tener en cuenta la magnitud de la institución: el NEA fue creado en 1965 y desde entonces entregó más de 128 mil becas por unos 4 mil millones de dólares a diferentes instituciones artísticas. A principios de este mes el organismo, dirigido por el productor de Broadway Rocco Landesman, anunció que para su concurso 2012 creó una nueva categoría dedicada a medios interactivos en la que incluye a los videojuegos.

Agustín Pérez Fernández
EL GRAN JUEGO DE EXPERIMENTAR

Estudió cine antes de dedicarse a los videojuegos, aunque su interés venía desde chico, cuando disfrutaba de la Family Game, una consola de 8 bits que se vendió en los noventa. Y aunque realizó varios cortometrajes, que por supuesto se pueden ver en YouTube, hoy su medio de expresión son los videojuegos. "Busco realizar juegos con temáticas o elementos que no necesariamente se piensan como cómodos al medio. Son experimentaciones de diferente tipo para ver qué es lo que el medio interactivo me puede ofrecer en su profundidad", explica Agustín Pérez Fernández (26), creador de art games como El beso, Symphorophilia o Vestigios. Este último fue realizado especialmente para la reciente muestra Game On 2011: el arte en juego y tiene -según confiesa Agustín- influencias que van desde Jackson Pollock hasta Gaspar Noé. Permite a cada jugador crear su propia obra de arte mientras juega. "Se sienten parte de la obra", cuenta.
Nieto del artista plástico Pérez Celis, cree que la decisión del Fondo de las Artes de Estados Unidos es positiva. "Los videojuegos son una forma de arte muy nueva y lo que se legitima es la etapa de maduración del medio. Pero ninguna forma de arte puede mantenerse vigente y original si no tiene el espacio para experimentar sin medir las consecuencias", opina. Pero no reniega de los juegos industriales: "Existen varios que intentan experimentar un poco fuera de las formulas convencionales. Por ejemplo Valve, que es empresa grande, con productos como Portal hace una experimentación interesante del medio".

A esta altura nadie debería dudar de que el Tetris, del ruso Alekséi Pázhitnov, es una genialidad que ya tiene un lugar bien ganado en la cultura popular. Y todos deben saber que los gráficos y el nivel de detalle de las últimas versiones del más violento Call of Duty son asombrosos. Pero, ¿arte?

"¡Los videojuegos son arte!", gritaron, exultantes, unos cuantos las redes sociales, los blogs y los sitios web especializados –como www.cnet.com y www.escapistmagazine.com– y leyeron la decisión del NEA como una legitimación. Y lo vivieron casi como una revancha, sobre todo luego de una célebre sentencia de Roger Ebert, el crítico de cine más famoso de Estados Unidos, que hace unos años disparó: "Nadie de dentro o fuera de la industria ha podido citar un juego que merezca compararse con los grandes poetas, directores de cine y novelistas".

"La decisión del NEA es un sello de legitimación que ojalá nos sirva para trascender la pregunta sobre si son arte los juegos y poder discutir temas muchísimo más importantes como qué aportarían los videojuegos artísticos", opina el desarrollador Daniel Benmergui, autor de los juegos artísticos I wish I were the Moon y Today I Die, entre otros, que se pueden jugar (experimentar, sería más adecuado) en Internet. Busquen en Google y verán.

Es que la movida de los art games existe desde hace varios años en todo el mundo (algunos marcan el punto de inicio en 2006 con The Marriage, juego experimental de Rod Humble) y agrupa, Internet mediante, a miles de seguidores. "Los mejores juegos artísticos utilizan la habilidad del jugador para hacer que las cosas más importantes sucedan dentro de su mente", sostiene Martín González, creador de DejaVu y Pictomancer. "En los juegos industriales, como Call of Duty o World of Warcraft, lo que ves es lo que hay", diferencia.

¿El Tomb Rider que permite manejar a Lara Croft con el joystick es menos artístico que la película de Angelina Jolie? Henry Lowood, de la Universidad de Stanford, decidió que, como la literatura o el cine, los videojuegos necesitaban un canon. En 2006 juntó a un puñado de expertos, armó una lista de diez juegos (que incluyó al SimCity, las dos primeras versiones del Civilization y al Sensible World of Soccer) y la propuso a la Biblioteca del Congreso que, como con El ciudadano o Casablanca, los conserve como parte de la herencia cultural del país.

La comparación con el cine es inevitable: Hollywood mira cada vez más hacia la industria de los juegos para PC o consolas en búsqueda de ideas (y negocios). Pero lejos está de ser la única relación con otras expresiones artísticas. A principios de mayo se realizó en el Centro Cultural Recoleta la muestra Game On 2011: el arte en juego, donde se presentó el juego Rabbits for my closet, basado en el cuento de Julio Cortázar Carta a una señorita en París.

Como toda expresión artística compleja y algo críptica, los art games ya tienen su propia crítica, nexo imprescindible entre público y obra. El estadounidense Ian Bogost, autor del libro Juegos persuasivos: el poder expresivo de los videojuegos (2007) escribió en su blog que la decisión del NEA es "alentadora y no debe menospreciarse", aunque aclaró que "los caminos del arte son más complejos".

Benmergui da cuenta de esa complejidad: "Existen dos frentes: obtener legitimación para crear oportunidades (exhibiciones, concursos, becas) y crear juegos que rompan los límites y sean evidencia viva de los juegos como arte". ¿Los art games deben ser entretenidos? "Una definición que me gusta de arte versus entretenimiento: 'Entretenimiento es hacer disfrutar a la mayor cantidad de gente posible. Arte es mejorar la vida de al menos una persona", responde.

El alemán ZKM, uno de los centros de arte de nuevas tecnologías más importante de Europa, incorpora desde hace rato a los videojuegos en su colección. Francia tiene desde el año pasado su propio museo. En la inminente E3, la feria de la industria del entretenimiento digital más importante del mundo, se exhibirán los trabajos ganadores del concurso Into the Pixel. ¿Enviaría hoy Duchamp una PlayStation a un museo? ■

[*] Versión ligeramente modificada de un artículo publicado el sábado 4 de junio en el diario Clarín.

1 comentario:

  1. Por fin les prestan atención a este arte, que hace años viene haciendo obras maestras.
    Saludos.
    Adrián

    ResponderEliminar