Tres películas basadas...

...en Adiós, muñeca (Farewell, My Lovely, 1940), una de las grandes novelas de Raymond Chandler.

Afiche de 'The Falcon Takes Over'The Falcon Takes Over (1942)
Dirección: Irving Reis.
Elenco: George Sanders, Lynn Bari, James Gleason, Allen Jenkins, Helen Gilbert, Ward Bond, Anne Revere.
Tercera película del personaje El Halcón, un aventurero creado por el escritor Michael Arlen pero redefinido para el cine como un famoso playboy con una abultada cuenta bancaria. Un despropósito: filmar una historia de Philip Marlowe sin Philip Marlowe, reemplazado por un protagonista que nada tiene que ver con el más famoso de los detectives privados. La historia se traslada a Nueva York y aunque hay bastantes cambios con relación al original el esquema básico se mantiene. Con un marcado tono de comedia y el ayudante del héroe como comic relief, si se deja de lado el hecho de que se trata de una adaptación de Chandler (la primera, ni más ni menos) la película no está del todo mal, sobre todo por el buen timing en los diálogos.


Afiche de 'El enigma del collar'El enigma del collar (Murder, My Sweet, 1944)
Dirección: Edward Dmytryk.
Elenco: Dick Powell, Claire Trevor, Anne Shirley, Otto Kruger, Mike Mazurki, Miles Mander, Douglas Walton.
¿Dick Powell, el protagonista de los musicales de Busby Berkeley, el que cantaba Young and Healthy en la gran Calle 42, interpreta ahora al duro Philip Marlowe? Sí, y lo mejor de todo es que funciona. Se trata de una de las películas que, en plena Segunda Guerra Mundial, ayudó a crear los estándares de un género al que Paul Schrader definió en un célebre artículo como el más creativo de la historia de Hollywood ("probablemente", acotó él). En el uso de la voz en off, los flashbacks, la fotografía, las luces y las sombras está la escencia del film noir clásico. Y todo sin traicionar la gran novela de Chandler.


Afiche de 'Adiós, muñeca'Adiós, muñeca (Farewell, My Lovely, 1975)
Dirección: Dick Richards.
Elenco: Robert Mitchum, Charlotte Rampling, John Ireland, Sylvia Miles, Harry Dean Stanton, Jack O'Halloran, Sylvester Stallone.
En medio de una década extraordinaria para el cine estadounidense, plagada de thriller secos y desprendidos de artificios, Richards se mandó una película deliberadamente a contrapelo. Y le salió bien, muy bien. En gran medida porque contó con uno de los mejores Marlowe del cine, para muchos el mejor de todos: al borde de los 60 años, Robert Mitchum encontró el tono justo, casi como de vuelta de todo, con un andar cansino y el sombrero medio de costado, la mirada desganada pero nunca perdida. Como bonus track de lujo se lo puede ver al gran Jim Thompson, en su única participación delante de las cámaras, en el papel de un juez corrupto.

El limpiador, de Adrián Saba

El travelling como cuestión moral


La ciudad de Lima padece una severa epidemia: un extraño virus, aún sin vacuna que lo controle, mata en cuestión de horas a quienes se contagian. En medio de esa sombría realidad Eusebio, un tipo solitario y rutinario, se encarga de limpiar y desinfectar los lugares donde alguien acaba de morir. Un día, mientras trapea el piso de una casa, encuentra a un nene oculto en un armario, desorientado y con miedo luego de la muerte de su madre. Como la epidemia afecta sobre todo a los adultos los orfanatos están repletos de huérfanos, y Eusebio no encuentra mejor alternativa que llevarse al chico a su casa, un dos ambientes modesto y gris.

A partir de esa premisa sencilla, que combina una situación casi de ciencia ficción con el clásico tema de los diferentes obligados a juntarse, el jovencísimo Adrián Saba (1988) sabe contar mucho con poco en El limpiador, su ópera prima. Eusebio está delineado con precisión a partir de detalles (sus rutinas, la forma en que realiza una llamada telefónica o que se presenta en una oficina), y también a partir de matices se irá advirtiendo la gravedad de la situación -la muerte naturalizada- y cómo la forzosa convivencia les irá cambiando la vida. Saba echa mano a recursos de la narración clásica y los combina con una puesta en escena contemporánea. De la frialdad y la desconfianza se pasa a la ternura en un recorrido austero y preciso, narrado de una manera que quizá represente la decisión más inteligente de la película: no hay movimientos de cámara hasta la escena final -sembrada por el director con lacónicos adelantos-, cuando estalla un travelling disimuladamente virtuoso que sintoniza a la perfección con el desenlace de la historia. ¿Es dolorosa la muerte? "Depende de cómo te mueras".

Más allá de algún posible subrayado y de cierta irregularidad en la construcción del personaje del chico (de a ratos, al borde del grotesco), El limpiador es una película de gran seguridad narrativa que obliga a estar atentos al futuro de su joven realizador. ■