El cine y su lenguaje

Carolina Giudici [*], autora de Morir en Venecia y buena amiga de este blog, lanza su curso de introducción al lenguaje cinematográfico. A continuación, los detalles.

Curso intensivo: introducción al lenguaje del cine

'Caché', de Michael HanekePensado para entrenar al espectador en la apreciación, interpretación y disfrute del cine. Los contenidos buscan formar una mirada crítica a partir de un recorrido por la historia, los directores, las teorías y las corrientes estéticas fundamentales del arte cinematográfico.

Son seis clases, los lunes de 19 a 21 hasta el 28 de septiembre, en Espacio Y (Mansilla 2982, planta baja).

Algunos temas a desarrollar:
  • El nacimiento de un nuevo lenguaje. La imagen cinematográfica y su relación con lo real. La función creadora de la cámara: encuadre, campo visual, ángulos, movimientos.
  • La representación del espacio y el tiempo fílmicos. La puesta en escena.
  • El montaje: funciones, estilos, ideología.
  • Elementos de guión: tipos de conflicto, estructura, personajes.
  • Relaciones entre el relato y la historia. Los puntos de vista: óptico, narrativo, predicativo.
  • El sistema de géneros. Del cine clásico al cine moderno. La teoría del autor.
  • El rol del espectador: identificación, análisis, interpretación.

'El ciudadano', de Orson WellesEn todas las reuniones se proyectarán fragmentos de filmes. Para el análisis de películas completas, cada asistente recibirá una copia del título en cuestión para visualizarlo de forma particular. En el curso se analizarán fragmentos de cortometrajes de Lumiére y Méliès, El nacimiento de una nación (D. W. Griffith), Caché (Michael Haneke), El Padrino / Drácula (Francis Ford Coppola), Bajo la arena (Francois Ozon), El ciudadano (Orson Welles), El acorazado Potemkin (Serguei Eisenstein), Los sospechosos de siempre (Bryan Singer), Umberto D (Vittorio de Sica), Sin aliento (Jean Luc-Godard), Hiroshima Mon Amour (Alain Resnais), La sombra de una duda (Alfred Hitchcock), El aura (Fabián Bielinsky), Bowling for Columbine (Michael Moore), Elephant (Gus Van Sant), Moulin Rouge (Baz Lurhmann) y muchas películas más.

El curso comienza el lunes 24 de agosto y se extiende hasta el 28 de septiembre. Son seis clases en el horario de 19 a 21. Lugar: Centro Cultural Espacio Y (Mansilla 2982, planta baja).

Para inscripción y consultas llamar a Espacio Y: 4962-9402 (a partir de las 15). Para más detalles, escribir a datosparacaro@yahoo.com.ar. ■

[*] Carolina Giudici es Licenciada en Comunicación Social. En los últimos nueve años se desempeñó como columnista del ciclo radial El refugio de la cultura, que conduce Osvaldo Quiroga. Es docente especializada en periodismo y cine.

Aquella hazaña tan sorprendente como inútil [*]

'First Men in the Moon', de Nathan Juran
Fue hace mucho, mucho tiempo, en un mundo muy distinto, cuando la unión de las consonantes P y C remitía a la sigla del Partido Comunista y no a una computadora personal. Lo que la literatura (de la mano de Julio Verne y H. G. Wells) y el cine (con el mago Georges Méliès) habían profetizado se tornó asombrosamente real hace exactamente cuarenta años. Millones de personas en todo el mundo fueron testigos, televisión blanco y negro mediante, de aquel "gran salto para la humanidad" de Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la Luna.

Sólo un contexto político como el que se instaló con el final de la Segunda Guerra Mundial puede explicar que en apenas una docena de años se haya pasado de colocar el primer satélite artificial en el espacio (el Sputnik 1, lanzado por la Unión Soviética en octubre de 1957) a que la Apolo 11, una lata con menos memoria que un lavarropas automático moderno, se posara sobre el Mare Tranquilitatis del único satélite natural de la Tierra.

Estados Unidos, que venía corriendo de atrás, impuso su poderío económico y se quedó con la carrera espacial. Con la hazaña. Una hazaña tan desmesurada y sorprendente como inútil: desde el punto de vista científico el alunizaje no fue nada más -ni nada menos- que la demostración de que el ser humano podía llegar. No es casualidad que desde diciembre de 1972, cuando Eugene Cernan se subió a la Apolo 17 para emprender el regreso de la sexta misión exitosa, nadie haya vuelto a pisar la Luna. ■

[*] Esta breve columna fue publicada hoy en el diario La Razón de Buenos Aires. El Centro Cultural Rojas ofrece durante este mes un ciclo para celebrar los cuarenta años de la llegada del hombre a la Luna. En la imagen, First Men in the Moon (1964), dirigida por Nathan Juran sobre la novela de H.G. Wells, una de las películas que se vio en el Rojas.

Fue dicho (en la ficción)

Marilyn Monroe en 'Los caballeros las prefieren rubias'
¡Me encanta encontrar nuevos lugares donde usar diamantes!
Lorelei Lee (Marilyn Monroe) en Los caballeros las prefieren rubias (Gentlemen Prefer Blondes, Howard Hawks, 1953). ■

El nítido vértigo de Pinkaew

'Tom yum goong', de Prachya Pinkaew
Cuando Fred Astaire demostraba su refinada destreza en las películas de la RKO de la década del treinta en general se lo mostraba en un plano abierto, de cuerpo entero y sin montaje. Había una necesidad de cerciorar con la ausencia de cortes que quien realizaba esos sorprendentes pasos de baile era el mismo que actuaba en el resto de la película, y no un doble.

Algo parecido hace Prachya Pinkaew con sus musicales de artes marciales. Hace unos meses me quejaba de varias escenas de acción de películas recientes que se esconden detrás de un montaje vertiginoso para disimular sus carencias narrativas, algo que François Truffaut, lúcido, definió hace más de 40 años como "una huida ante la dificultad". Uno de los méritos del director tailandés es, justamente, narrar con pericia las vertiginosas y excitantes escenas de pelea. Debo reconocer el mérito -que no supe advertir cuando comenté Chocolate (2008)- luego de haber visto la mediocre Tom yum goong (2005).

En las luchas se suele ver y entender todo: desde que el pie comienza a moverse hasta que impacta en la cabeza del adversario de turno. Pinkaew no esconde nada ni se oculta detrás de un montaje furioso. Es cierto que en Tom yum goong hay una persecución de lanchas bastante confusa. Pero unos minutos antes había metido a dos elefantes en medio de una multitud y lo había filmado con pericia: siempre se sabe qué está pasando, por qué cada personaje reacciona de determinada manera, en qué lugar transcurre la acción.

La mediocridad de Tom yum goong se debe, sobre todo, a su poco original historia y a lo unidimensional de los personajes. La narración es más que nunca una excusa para pasar al siguiente combate. Incluso la estética de los videojuegos está llevada al paroxismo.


El goce, eso sí, está garantizado. Vean si no el prolongado travelling en el que la steadycam sigue a Kham (Tony Jaa) mientras avanza por una escalera circular desparramando muñecos. ■

Una digresión para recomendar

'La virgen cabeza', de Gabriela Cabezón Cámara
Gabriela Cabezón Cámara es una compañera del diario que mañana, a las 20, presenta su libro La virgen cabeza en Eterna Cadencia (Honduras 5582). No leí aún la novela (la historia de una travesti que se comunica con la Virgen y agita en una villa del norte bonaerense, según me cuentan), así que no puedo opinar. Pero para conocer un poco más pueden leer las entrevistas publicadas en los últimos días en Página/12 y Crítica. O darse una vuelta mañana por la librería de Palermo. ■